Desde hace un tiempo, mi madre y yo acudimos a la filmoteca a ver películas. La entrada es barata (¡2,50 euros!), ponen cintas relativamente recientes, y casi siempre, en VOS. Por eso la cola suele ser larga, y los comentarios sobre la preocupación del aforo, se repiten semana tras semana. Pero no, nunca venden entradas de más y todos los espectadores nos acomodamos perfectamente. Una de las últimas películas que hemos visto ha sido "El Médico", adaptación cinematográfica de la primera novela de la serie sobre la familia Cole, escrita por el escritor norteamericano Noah Gordon. Debo admitir que tengo pánico a las agujas, a la sangre, a las heridas, y no digamos ya a contemplar operaciones médicas y cirugías varias. De hecho, mi madre sigue disgustada conmigo por haber hecho biología en vez de medicina. ¿Por qué escoger una carrera de ciencias sin futuro pudiendo hacer medicina? En fin. Madres.
Ibn Sina (personaje de El Médico) científico persa y maestro del joven aspirante a médico Rob Cole, impartiendo una de sus clases magistrales. Fuente: FilmAffinity.
A pesar de la inquietud y aprensión con la que entré a ver el film, debo decir que hasta yo pude soportar verla, así que la recomiendo, porque a pesar de que (al ser una novela) algunos hechos descritos en la película no guardan veracidad histórica, es interesante cómo ahonda en el conocimiento de la medicina a mediados de la Edad Media, y cómo la influencia de los pensadores griegos (como en todas las artes medievales) era muy importante. Lo cierto es que el desarrollo de la medicina resulta curioso e incluso apasionante, y va a la par con el desarrollo del resto de ciencias naturales. No es hasta el siglo XIX, con el desarrollo de nuevas herramientas y la comprensión de procesos básicos de la naturaleza, cuando comienza, por así decirlo, a existir una ciencia rigurosa que entra a descubrir, crear e innovar de una manera exponencial, así hasta nuestros días. En un siglo y medio se han descubierto más cosas sobre la naturaleza, el cuerpo humano y el mundo que nos rodea que en todo el resto de la historia de la humanidad. El desarrollo científico y técnico del siglo pasado fue fundamental en el desarrollo de la medicina moderna, que ha permitido alargar nuestra esperanza de vida hasta edades anteriormente excepcionales.
Una de mis partes favoritas de la película fue, sin duda, ver cómo descubrían cuán equivocados estaban los griegos y los romanos en sus conocimientos de anatomía. De hecho, los errores anatómicos y fisiológicos que cometió Galeno (médico romano) se extendieron hasta bien entrado el siglo XVI. Otra de las teorías mantenidas durante mucho tiempo fue la teoría hipocrática de los cuatro humores. Hipócrates propuso que el cuerpo humano estaba compuesto por cuatro líquidos, o humores (bilis negra, bilis, flema y sangre) y que la salud dependía de un correcto equilibrio entre los cuatro. Cualquier enfermedad se debía a un exceso o déficit en alguno de los cuatro líquidos, teoría de la cual derivó la famosa práctica de la sangría, establecida en Europa hasta bien entrado el siglo XVIII. De esta curiosa teoría surgió otra que también relacionaba el carácter con la predominancia de uno de los humores, de manera que podías ser sociable, calmado, melancólico o colérico dependiendo del humor que se imponía en uno mismo.
Los cuatro humores, relacionados con los cuatro elementos y las cuatro cualidades. Fuente: google imágenes.
De todas estas teorías, que tanta influencia tuvieron en la medicina durante tantos años, nos ha quedado una expresión, "estar de mal humor". Que es el que suelo tener cuando hablo con mi madre sobre mi decisión de haber estudiado biología :)
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