miércoles, 22 de abril de 2015

Sobre el plástico

" —¿Puedo citar otra viciosa sensación que usted nunca ha sentido? —¿Cuál? —Nunca ha pensado cuan pequeño se siente uno cuando mira el océano. Él rió. —Nunca. Ni mirando los planetas ni los picos de las montañas ni el Gran Cañón del Colorado. ¿Por qué tendría que pensar así? Cuando miro el océano, siento la grandeza del hombre. Siento la magnífica capacidad del hombre que creó ese barco para conquistar todo el espacio sin sentido. Cuando contemplo los picos de las montañas, pienso en los túneles y en la dinamita. Cuando contemplo los planetas, pienso en los aeroplanos. —Sí, y ese sentido especial de sagrado arrobamiento que los hombres dicen que experimentan en la contemplación de la naturaleza... yo nunca lo he recibido de la naturaleza, sino de... —Se detuvo. —¿De qué? —De los edificios —murmuró—. De los rascacielos. —¿Por qué no quería decirlo? —No... sé. —Yo daría la puesta de sol más hermosa por la vista de las líneas de los rascacielos de Nueva York, particularmente cuando uno no ve los detalles y sí solamente las formas. Las formas y los pensamientos que la han creado. El cielo sobre Nueva York y la voluntad del hombre hecha visible. ¿Qué otra clase de sentimientos necesitamos?"
Diálogo de El Manatial, Tomo II,  de Ayn Rand, 1943



Soy muy dada a leer casi cualquier cosa que pasa por mis manos. En mi casa hay una biblioteca que todavía no he terminado de descubrir, pero hace poco me fijé en los dos tomos de El Manantial. Son dos libros de una edición de los sesenta, bastante castigados por el tiempo, sobretodo las cubiertas, cuyos dibujos dejan bastante que desear. Pero como es un libro bastante famoso y controvertido, no pude evitar leerlo. No sé qué famosa de no mucha edad comentó hace poco que había abandonado la fe católica después de leer las obras de Rand. Así que la curiosidad malsana me pudo. Hay muchas cosas en la obra de Rand que no me gustaron. Otras sí. El personaje de Howard Roark, el arquitecto en el que se centra la trama, es digno de admirar. Cómo la autora critica a las personas que prosperan en sus trabajos a través de engaños, argucias, pisoteando a los rivales y haciendo la pelota descaradamente, en vez de forjarse una carrera a base de esfuerzo y talento, es notoriamente digno de respetar también. 

Sin embargo otras cosas, como este diálogo entre Gail Wynand, dueño de un periódico sensacionalista, y Dominique Françon, algo así como la heroína de la novela y amada de Howard Roark, me dejó completamente estupefacta. Nunca había leído un desprecio tal hacia la naturaleza. Hay otros comentarios que se sitúan dentro del pensamiento egoísta racional y que tratan sobre el ser humano que también me dejaron perpleja, pero que no voy a comentar porque al ser este un blog de ciencias, el diálogo que está arriba es el que llama aquí la atención. 

Lo primero que me hizo pensar fue en si realmente hay gente que siente tal desprecio hacia la naturaleza. A ver, no sé cuantos grandes constructores como Roark existen hoy en día, cuyo objetivo lícito es ensalzar el espíritu humano y su creación. Pero siendo sincera, tampoco veo la necesidad de despreciar la naturaleza para poder admirar la obras del hombre. No me parecen cosas excluyentes. Debo decir en defensa de la autora, Ayn Rand, que cuando escribió esta novela, había muy poco conocimiento del impacto que podía tener sobre el medio ambiente (y por ende sobre las poblaciones humanas) las actividades antropogénicas. No fue hasta los sesenta, con la publicación de Primavera silenciosa, cuando comenzó a existir una toma de conciencia de los efectos reales sobre el medio ambiente. Pero ese es un tema que me encantaría tratar en otro post.

Lo cierto es que los niveles de contaminación de hoy en día son alarmantes. Contaminamos, consumimos y gastamos como si no hubiera un mañana, sin importarnos mucho las consecuencias que esto tenga sobre el medio ambiente y también, sobre la vida de miles de personas. Y no creo que todo aquél que contamina, ensucia y desprecia el medio ambiente, sea porque lleva dentro un gran constructor más preocupado por ensalzar al hombre que por cuidar de ríos y bosques. No. Lo que somos, es egoístas. A secas. Sin supuesto trasfondo ético o moral alguno. Hace poco la revista Science, concretamente en su número de febrero, publicó un reportaje sobre el plástico. Pues bien, en este artículo se recogía el trabajo de un grupo de investigadores de la Universidad de Georgia, que por primera vez han hecho una estimación de la cantidad de plástico que llega a los océanos desde los países con costa, y el resultado es este: entre 4.8 y 12.7 toneladas. Cada año. Pero eso no es todo. Todavía no sabemos cuantas especies marinas se ven afectadas por este material, pero se piensa en miles. Encima, la cantidad de plástico que se ha estimado que se encuentra flotando en el océano (¿habéis oído hablar de la famosa isla de plástico del Pacífico?) es infinitamente menor a la cantidad que se expulsa al océano. O sea, que los números no concuerdan, con lo que el 99% del plástico que llega al océano, no tenemos ni idea de dónde está. A lo mejor está sedimentando en el fondo del océano, mientras que otra parte, además de convertirse en microplásticos por procesos degradativos, está pasando a la cadena trófica. Y si comes pescado, lo más probable es que estés ingiriendo microplásticos tú también. 



Las consecuencias de nuestro tipo de consumo son fatales para el medio ambiente, y aunque este no nos importe, debería importarnos nuestra salud, y la de miles de personas que se ven afectadas. Lo bueno de todo esto, es que siempre podemos hacer algo. No os voy a decir que hagamos como la chica del blog Trash is for tossers, que directamente se ha lanzado a intentar vivir sin producir basura. Pero sí que podemos hacer algunas cosas:

Lauren Singer, del blog Trash is for tossers. En la imagen, foto de su post sobre cómo hacer consumo cero en un festival de música. ¡Sí, también es posible! ;)

-Comprar más a granel. Cada vez hay más tiendas que te permiten comprar así.
-Huir de los productos excesivamente empaquetados. No hace falta una bandeja de gomaespuma y dos vueltas de plástico de embalaje alimentario para vender dos aguacates. 
-Reciclar y reutilizar. ¡Básico! No cuesta nada llevarse bolsas que tengamos por casa al hacer la compra para no tener que comprar nuevas. Y tampoco cuesta nada separar los residuos. Hoy en día se venden papeleras muy monas y espaciosas para tenerlo todo organizado.
-Comprar menos cosas de plástico, y más cosas de calidad. Os recomiendo la tienda Sin Plástico, de unos chicos vascos muy majos que nos animan a comprar escobas, vasos, cuencos, cepillos de dientes, peines...que no estén hechos de plástico. Si das un vistazo por casa, te asombras de la cantidad de cosas que tenemos que están hechas de plástico (¡y que no tienen por qué!).